Ligeya Daza Hernandez
(El arte es para este mundo, tiene que
ocuparse de lo que en el ocurre, sea cual sea su trivialidad. Ardenne)
La puesta en marcha de prácticas y
dispositivos de cuidado mediante acciones colaborativas, contextuales e
dialógicas, para un abordaje temático de la desigualdad social como marco
referencial para la construcción de mundo, es solo una de las apuestas que
continuamos teniendo en común muchas personas, El arte tiene que ir ligado a
las cosas de todos los dias, producirse en el momento, en relación estrecha con
el “contexto” precisamente (Ardenne, 1962, p. 10)
Concentrarnos en el cuidado como
elemento generador de transformaciones vitales, la busqueda por la
implementación de unas prácticas pedagógicas transdisciplinares de
intervención social en diferentes contextos, en diferentes lugares, enfocadas
en la construcción
de criterios y categorías que revisen roles y formas, soñando mundos posibles,
conectadas por los deseos mas romanticos pero no imposibles en concordancia con
la propuesta del a propósito de los diez años del movimiento antiglobalización acción colectiva transnacional
una red de fuerzas
sociales transnacionales motivadas por su interés por el medio ambiente y los
derechos humanos, la hostilidad frente al patriarcado y una visión de la
comunidad humana basada en la unidad de diversas culturas que buscan el fin de
la pobreza, la opresión, la humillación y la violencia colectiva (Bringel y Muñoz,
2010, p. 39).
La busqueda por un aporte en la
construcción de nuevas formas de leer el poder, el conocimiento y el saber,
para la construcción de una sociedad que opte por lo colectivo como forma de
accionar en el mundo. En este escenario, el arte contextual como dispositivo
pedagógico de intervención social es un elemento clave que amplía las
posibilidades de la vida, permeando territorios diversos y dinámicos. De nuevo
el llamado fundamental del artista como generador de formas, aunque
activista
y crítica – personalidad “incidente”, dice otro artista britànco John Latham –
y cuya posición, mas social que retraida en el estudio, se requiere a la vez
comprometida perturbadora y vigilante el que “vigila los hechos y escucha los
ruidos” (Bringel
y Muñoz, 2010, p.16)
Se torna esencial identificar y
promover prácticas de cuidado en el marco tambien del asi llamado arte
contextual desde el saber de lo cotidiano, vistas como potencias que promueven
formas de pensamiento y luchas emancipadoras por la diferencia, con una
perspectiva de cuidado y equidad, en la trasformación de imaginarios sociales. Encontrandonos aquí de nuevo en lugar comun
El
termino de arte contextual entendemos el conjunto de las formas de expresión
artística que difieren de la obra de arte en el sentido tradicional: arte de
intervención y arte comprometido de carácter activista, arte que se apodera del
espacio urbano o del paisaje, estéticas llamadas participativas o (Bringel
y Muñoz, 2010, p. 10)
Con la intención
de una propuesta pedagógica alternativa transdisciplinar de cuidado, nos encontramos
en dispositivos creadores que se desarrollan a través de acciones colaborativas,
contextuales y dialógicas que posibilitan, en diferentes contextos la apuesta
por un proceso de pedagogía social de transformación.
Pues
a pesar del constante conflicto y de su incursión paulatina en las prácticas
vitales, en el mismo espacio-tiempo, la existencia de las personas discurre y
con ella su participación activa en la creación y transformación del mundo, en
mantener lazos, relaciones, posibilidades desde la cotidianidad y el afecto,
razón por la cual en nuestros territorios aún fluye la vida. Una conexión glocal, cuyo lema pensar globalmente, actuar localmente (Bringel y Muñoz, 2010) Al
respecto, Ernest Boesch (1991) afirma que la acción es el territorio en el que
la vida habla a través de los seres humanos, convirtiéndola en un proyecto, en
una posibilidad de porvenir. La acción no tendría como único propósito el
conocimiento. Su proceso, en sí, es conocimiento no racional.
El uso del
discurso sobre lo cotidiano también se ha convertido en otro lugar vaciado de
sentido; la célebre frase de “todo ser humano es un artista” (BEUYS, 1972), que si bien tuvo alta
repercusión, sería importante repensarla entendiendo también que todo artista
es un ser humano y se encuentra localizado en un lugar desde el cual pretende
dialogar. Es preciso señalar que las formas de hacer de las personas en su
cotidianidad se han instrumentalizado al servicio de prácticas artísticas,
instaurando de esta manera unas propiedades estéticas y políticas del arte (RANCIÈRE,
2009), convenientes e instaladas en mercados globales.
No obstante sobre
los nuevos modos de hacer en la producción y creación artística, las acciones
artivistas plantean la posibilidad de unas prácticas artísticas ya no
orientadas hacia el objeto o el producto, sino que cobran significado a través
de su proceso de realización y recepción, buscando empoderar a las personas y
colectivos que participan de ellas (BARRAGAN, 2003). Procuran el agenciamiento
de cada quien desde sus propios saberes, en la vía de potenciar sus capacidades
y la de los grupos que constituyen, de auto crearse de manera constante,
generando conciencia de esto en las comunidades y respondiendo a modelos
educativos alternativos en el que además de asumir posturas sobre distintas problemáticas
sociales, se busca que la puesta en escena llame a la reflexión permanente.
Si entendemos las
prácticas artísticas enfocadas en el cuidado como acciones dinamizadoras de
conexiones y relaciones, de una perspectiva eco-organizadora, podremos pensar
que,
cada obra de arte en particular
sería la propuesta para habitar un mundo en común y el trabajo de cada artista,
una gavilla de relaciones con el mundo, que generaría por su vez otras
relaciones, y así sucesivamente hasta el infinito” (BOURRIAUD, 2006, p. 23)
Relaciones que
conecten cada vez más lo que conocemos como arte, con nuestro universo
cotidiano, que hagan crecer la existencia a través de un cuidado que se
extienda en redes solidarias por todo el planeta.